Vivir de la literatura supone vender entre 10.000 y 20.000 ejemplares de cada obra y a su vez eso conlleva imprimir y distribuir al menos el doble. Eso es algo que solo está al alcance de los grandes sellos. Pero la crisis y la piratería han obligado a las grandes editoriales a concentrarse en sus negocios seguros. En la ficción eso quiere decir autores-franquicias internacionales, famosos de la televisión y autores consagrados. En consecuencia, esa clase media que se movía entre 10.000 y 20.000 ejemplares y en la que se encontraban los autores verdaderamente interesantes, ha desaparecido. Ya no pueden sobrevivir con conferencias, bolos o columnas de prensa. Lo único que les queda son los talleres de escritura. Miento, hay otra salida: convertirse en un profesional experto de la autoedición digital.
1 ¿Cuánto comenzaste a escribir y con qué pretensiones?
Como lector empedernido desde mi infancia, me imagino que era natural que quisiera probarme como escritor. Creo que con catorce años intenté escribir una historia de Guillermo Brown, un personaje que me apasionaba. Sin éxito alguno, claro. Luego perpetré poemas, canciones y algún cuento durante la adolescencia. Una vez comencé a estudiar Periodismo y a ejercerlo, la literatura empezó a estar más cerca y a la vez más lejos. Más cerca, porque la práctica constante indudablemente te hace ganar soltura. Más lejos, porque los géneros están muy alejados en su planteamiento y objetivo. Mi primer cuento largo más o menos presentable lo escribí con diecinueve años.
2 ¿Planificas los libros antes de sentarte a escribirlos o surgen sobre la marcha, al hilo de tus pensamientos, sin planificación?
No me queda otro remedio que planificar. Soy escritor de vacaciones y puentes. Durante el periodo laboral apenas puedo ir pergeñando el esquema de las obras. No sé si sabría hacerlo de otro modo, creo que no. Primero elaboro un resumen en un par de folios. Luego lo extiendo a una veintena y a partir de ahí puedo empezar. Puedo tardar de tres a cinco años en terminar una novela y eso supone tener un plan y una cierta disciplina. Lo peor es que, para meterme de nuevo en el espíritu de la narración, necesito volver a introducirla entera de nuevo en mi cabeza, podríamos decir que en la memoria RAM. Eso me lleva como mínimo uno o dos días hasta volver a arrancar.
3 ¿Cuál es tu género preferido como escritor y cuál como lector?
Como lector, soy muy ecléctico. Para terminar antes, digamos que no soy buen lector de fantasía. Con los años y los horarios laborales excesivos con que nos castigamos en España, mi capacidad lectora ha disminuido mucho y tengo que intentar seleccionar. Como escritor, me gusta jugar con varios géneros en una misma novela, incluidos algunos que no frecuento, como saben mis lectores.
4 ¿Escribes pensando en un lector específico o crees que cualquier persona es un lector en potencia de tu obra?
Escribo pensando en un lector que básicamente es como yo. Lo cual no quiere decir que no pudiera escribir de encargo. Creo que habría sido un eficaz escritor mercenario: un tema, un encargo, un público…Es lo que he hecho siempre como periodista y publicitario. Elegir uno mismo el tema, el tono, la historia que va a desarrollar durante los próximos tres o cuatro años es un proceso mucho más angustioso. He de escoger entre muchas ideas la que más me apetece en ese momento, pero quizás un mes después ya no piense de la misma forma. Y, de hecho, eso ocurre.
5 ¿Te costó mucho encontrar editor para tu primer libro?
Sí, la verdad. Tras ser tercera (según Millás, que estaba en el jurado) en un Premio Sésamo, la agencia de Carmen Balcells decidió que movería mi primera novela (Más lo siento yo). En ese momento estaba haciendo acopio de jóvenes para acrecentar su “cuadra”. No logró nada en dos años. Pero un día reapareció en mi vida Carina Pons, la segunda de Carmen, anunciándome que la novela era finalista en un premio (Diana) en México y preguntando si seguía disponible. Pero no ganó. En algún momento posterior envié a la agencia una carta desabrida y me mandaron a freír espárragos. Pero creo que yo tenía razón. Acostumbrado a un mundo laboral donde he tenido responsabilidades importantes desde muy joven (redactor jefe de una agencia de prensa a los 23, director de una revista a los 24 años, etc.) siempre me ha molestado sobremanera la forma en que agentes y editores tratan a los candidatos a autores, como si fueran seres infantiles, impacientes y algo neuróticos. Que preguntes cortésmente por tu obra o tu situación cuatro meses después de un contacto, lo toman como un insulto. No me imagino a una revista o una agencia de publicidad comportándose así con sus colaboradores profesionales. Supongo que esto ocurre porque el autor en ciernes es la especie más arrastrada que puede encontrar cualquiera que se dedique a los negocios. La prueba es que muchos pagan por ser publicados, lo que por cierto ha dado pie a la industria editorial más saneada de la actualidad.
Afortunadamente y de forma casual (un amigo me recomendó enviarles un original), Ediciones de La Discreta se cruzó en mi vida en el año 1999 y, desde entonces, ha sido mi única editorial, dejando al lado revistas y otras colaboraciones.
6 ¿Qué opinas de los muchos premios literarios que se convocan hoy día?
Como no estoy metido en el mundillo literario, desconozco cuáles son de fiar (la minoría, sospecho), así que hace veinte años que no participo en ellos. Gastar el dinero para hacerle el caldo gordo a las grandes editoriales, que tienen perfectamente claro quién va a ganar su premio cada año, me parece estúpido, pero se puede entender que haya cientos que lo hagan a partir de mi respuesta anterior. Participar es como comprar un billete de lotería: te permite soñar durante unos meses, aunque en el fondo sepas que no vas ganar. Y yo a la lotería solo juego en Navidad y casi por obligación.
En España poca gente sabe que en los países culturalmente avanzados los premios importantes se dan a obra publicada. Aquí, el señor Lara inventó y pulió la fórmula del premio/negocio promovido por una gran editorial, y esta se ha generalizado con la colaboración de la clase literaria que participa en sus jurados entusiásticamente. Sé que hay premios que son de fiar pero, igualmente, no me parece sensato participar. Es posible que en ellos no se dé una recomendación del patrono, pero estoy seguro de que muchos de los miembros del jurado llegan ya con su favorito bajo el brazo y yo no tendría quien me defendiera.
7 ¿Vivir de la literatura es una utopía?
Cada vez más es un sueño imposible. Voy a extenderme un poco. Vivir de la literatura supone vender entre 10.000 y 20.000 ejemplares de cada obra y a su vez eso conlleva imprimir y distribuir al menos el doble. Eso es algo que solo está al alcance de los grandes sellos. Pero la crisis y la piratería han obligado a las grandes editoriales a concentrarse en sus negocios seguros. En la ficción eso quiere decir autores-franquicias internacionales, famosos de la televisión y autores consagrados. En consecuencia, esa clase media que se movía entre 10.000 y 20.000 ejemplares y en la que se encontraban los autores verdaderamente interesantes, ha desaparecido. Ya no pueden sobrevivir con conferencias, bolos o columnas de prensa. Lo único que les queda son los talleres de escritura. Miento, hay otra salida: convertirse en un profesional experto de la autoedición digital. Conozco algunos que viven bien de esa actividad y los respeto: es un trabajo muy exigente, nadie habla de ellos en los suplementos literarios pero tienen miles de seguidores fieles. Otra cosa es que lo que publiquen me resulte interesante. Han redescubierto el folletín (son obras cortas, de bajo precio, que se extienden en sagas) y quizás algún día alguien hable de ellos y los recuerde con admiración, como ahora se recuerda a los autores de la novela popular de la posguerra.
Visto todo esto, casi puedo considerarme afortunado por no haber podido ser un escritor profesional. Y si me preguntas por el futuro, me parece que, al margen de unos pocos autores o franquicias de best sellers, la escritura se convertirá en un oficio o entretenimiento complementario para diletantes y personas con mucho tiempo libre y la vida resuelta. ¿Será bueno o malo? No lo sé. No es una situación ajena a la historia de la literatura ni a sus grandes nombres
8 ¿Qué diferencias encuentras entre el mundo editorial de tus inicios como escritor y el actual?
Ha cambiado enormemente. Para bien y para mal. Para bien, porque ahora un autor tiene más vías para dar a conocer su obra, si bien esto requiere mucho más esfuerzo de lo que la gente piensa. Antes había un único canal, aunque la autoedición siempre ha existido. Esto ha llevado a que el número de títulos publicados (y autores) siga creciendo a pesar de todo.
Para mal, porque, como decíamos antes, la abundancia de la oferta y la piratería han reducido las posibilidades de que un autor llegue a ser profesional. Antes, las editoriales clásicas tenían sellos en los que había lugar para la ficción más arriesgada, novedosa, literaria, como se quiera llamar. Con ellos se buscaba el prestigio y, si había pérdidas, se podían enjugar con los beneficios de sus sellos más comerciales. Ahora esa labor recae sobre las editoriales y editores independientes, cuya economía (y la de sus autores) es sumamente precaria.
9 ¿En qué medida crees que pueden ayudar las redes sociales a difundir la obra de un escritor?
Es una magnifica forma de que el autor entre en contacto con sus lectores, sin duda. Pero hay mucha leyenda y mucho manejo de los medios de comunicación detrás de ciertos fenómenos aparentemente virales. Son muy pocos los lectores que se toman la molestia de recomendar por las redes una lectura, aunque la hayan calificado con cinco estrellas. El efecto verdaderamente viral no forzado, simplemente no existe si en algún momento no interviene un medio masivo. Esto no lo sé por la literatura, lo sé por mi trabajo en publicidad. Ningún viral de éxito ha dejado de pasar antes de serlo por la televisión o un portal masivo. En el caso de la literatura pasa algo parecido. Hay autores absolutamente entregados a conquistar lector a lector, foro a foro, muchas horas al día durante muchos años, algo nada viral y sí muy agotador (no confundir con los autores de sagas digitales que citaba arriba, que no cultivan el contacto individual pero conocen todos los resortes de las plataformas tipo Amazon, iTunes, etc.), a los que el éxito les suele llegar, cuando les llega, además de por su insistencia, porque alguna editorial entiende que puede construir una bonita historia alrededor de él o ella. Un meta relato, podríamos decir. Y si maneja bien las relaciones con los medios, la cosa puede salir bien. Los editores, que apuestan por estos fenómenos tienen que ver posibilidades más allá y muy por encima de la propia obra.
10 ¿Qué opinas del libro digital?
Me parece un gran invento. Yo ya era capaz de leer a Galdós en un móvil de los antiguos, así que personalmente no tengo nada contra el libro digital. Es verdad que el papel presenta algunas ventajas, como el hecho de que intervengan más sentidos en la lectura, la memoria visual de las páginas, la portada que siempre vemos cuando reiniciamos la lectura. Un fenómeno curioso es que los lectores en formato digital recuerdan mucho menos el nombre de los autores. Si les preguntas al terminar la lectura de un libro, en gran cantidad de ocasiones no te pueden decir cómo se llama su autor. Es lógico: se su nombre se lee muchas menos veces que en un ejemplar en papel.
11 ¿Qué opinas de la autoedición?
Siempre ha existido, pero ahora está alcance de cualquiera, especialmente en formatos digitales, no solo del que puede pagarla. Hay autoedición pura y autoedición a través de editoriales dedicadas a dar ese servicio poniendo un sello. Mis incursiones como lector por ese mundo han sido siempre decepcionantes, pero es imposible opinar sobre tal cantidad de títulos y no pienso seguir castigándome para tener una idea cabal del fenómeno.
12 ¿Consideras positivos los talleres de escritura creativa o piensas que no se puede enseñar a escribir?
Aunque he escrito una novela que se inspira en un taller de escritura, Escríbeme una foto, no he asistido a ninguno excepto como autor invitado. De algunos de ellos, incluso modestos talleres municipales, salen proyectos de autores muy interesantes, por lo que entiendo que todo depende de la persona o personas que los imparten, de la materia prima y de la capacidad de esfuerzo del alumno.
Hablamos de “disciplinas artísticas” y la palabra disciplina no es gratuita. Se dice que alcanzar la excelencia en cualquiera de ellas requiere al menos de 20.000 horas de práctica. Hay quien piensa que con tres cuentos apañados ya es un buen escritor y se lanza a escribir una novela que a la fuerza tiene que ser magnífica. Esto ocurre porque la obra literaria, como la plástica, es más subjetiva que la musical. Una nota fuera de partitura es algo obvio y todos los que hemos tenido hijos con flautas en casa lo hemos sufrido. Puede haber quien necesite 5.000 horas, pero genios hay muy pocos. Y también, como en toda disciplina artística, cuanto antes se empiece, mejor. Las posibilidades de que alguien que no ha escrito en su vida se convierta en un buen autor o autora asistiendo un taller cumplidos los cuarenta, son escasísimas. Solo puede ocurrir si se trata de alguien que ha leído y lee buena literatura desde siempre. Si es así, un taller puede ayudarle. Esto no quita para que asistir a un taller sea una experiencia enriquecedora, interesante e incluso recomendable para cualquier amante de la literatura. El problema es generarse demasiadas expectativas. Siguiendo con el símil, sería como si yo comenzase a estudiar mañana piano y me ilusionase con llegar a ser un gran concertista.
13 Con el paso de los años algunos escritores acaban eliminando ciertos títulos de su semblanza. Aunque no precisamos conocer el nombre, ¿hay algún libro de los tuyos que te satisficiera en tus inicios, pero que ahora preferirías no haber escrito?
No renuncio a ninguno, pero sí es cierto que mi primer título no debería haber salido como salió. Se titula Cinco casos y un diálogo con Artero y recoge argumentos detectivescos alrededor del mundo de la publicidad, escritos a finales de los 80 y publicados en la revista Anuncios. El volumen recopilatorio no pude corregirlo porque coincidió con un largo viaje (antes de internet). Hubo algún error y no se hizo la fotocomposición y la posterior impresión con el archivo corregido, sino con el que teclearon originalmente los operadores (así se hacía antes). Las dos primeras palabras son “Vuenos días”, y el resto sigue esa línea.
14 Para ese lector que aún no ha leído nada tuyo, por favor, recomiéndanos uno de tus libros. Cuéntanos brevemente cómo fue el proceso de creación y por qué has elegido ese título y no otro con vistas a nuevos lectores de tu obra.
Para quien guste de la literatura de acción y contexto histórico, recomiendo Tango para un copiloto herido (tiene versión para Kindle). Para quien busque una novela adulta y original, Escríbeme una foto. Suele haber ejemplares en la Casa del Libro, lo que me reconforta.
15 Recomiéndanos, por favor, dos libros cuya lectura te haya impactado. Uno de un autor clásico y otro de un autor contemporáneo.
En español, el libro que más me impactó fue Cien años de soledad, hasta el punto de que casi acabó con mi vocación literaria. Muy cerca de él por la impresión que me causó, La saga/fuga de JB, de Torrente Ballester. Por incluir uno internacional, Guerra y paz. De los recientes y abstrayéndome de La Discreta, de cuyo comité editorial formo parte, no puedo señalar nada que me haya apasionado como las citadas, pero he reconocer que, seguramente, no leo todo lo que tendría que leer. Propongo El hombre que soñaba demasiado, de Gonzalo Suárez, las memorias literarias más originales que haya leído nunca.
Para mí, un buen libro no es ese cuya historia te atrapa “desde la primera página” y “te obliga a leerlo de un tirón”. Eso es relativamente sencillo y, sin falsa modestia, puedo decir que me considero capaz de hacerlo con cierta facilidad. Para mí, un buen libro es ese que no quieres que termine nunca porque estas disfrutándolo página a página. Es ese libro que empiezas a leer más despacio conforme compruebas que las páginas se consumen. Eso es lo que realmente me gustaría que un lector dijese de una obra mía.
David Torrejón (Madrid, 1958) es periodista y publicitario, aunque la vocación literaria le acompaña desde siempre. Vivió desde dentro la Movida Madrileña. Ha jugado semi profesionalmente al baloncesto y es un apasionado de las motos y los coches clásicos. (Facebook)
Bibliografía básica
Cinco casos y un diálogo con Artero. Publicaciones Profesionales, 1987
Más lo siento yo. La Discreta, 2000
Mi querida Don Juan. La Discreta, 2005
Tango para un copiloto herido. La Discreta, 2010
Escríbeme una foto. La Discreta, 2014
Francisco Rodríguez Criado es escritor y corrector de estilo y trabaja como redactor de contenidos para publicaciones de diversa temática. Su blog Narrativa Breve es uno de los espacios literarios más leídos en lengua castellana. El diario Down, testimonio literario sobre la paternidad y el síndrome de Down, es su último libro. (Web) (Facebook).
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