Luis Landero (Alburqueque, 1948) nos ofrece en este libro autobiográfico una obra magna, no solo en cada una de sus aspectos: los recuerdos de la infancia en su pueblo natal, el Madrid de la Transición, sus gustos literarios…, sino porque todos juntos conforman un mundo propio dotado de profunda humanidad. Y lo realiza con una sintaxis depurada y un léxico rico y variado que nos complace en su lectura. Esta es una de esas obras a las que se refería el crítico británico Cyril Connolly como la aspiración de cualquier escritor que se precie, y si no es así, más le valdría dedicarse a pelar patatas.
Luis Landero habla de sí mismo y de todos nosotros a través de sus vivencias y de las personas que le rodean.
Citas de El huerto de Emerson
En algunos pasajes el autor duda de su valía como escritor y, por momentos, la obra se convierte en un verdadero taller de escritura.
“No escribas lo que sientes, escribe lo que recuerdas y dirás la verdad”, citando a alguien del que no se acuerda.
“Salir a pasear por el bosque del tiempo ya vivido.”
“Confía en el lenguaje…, deja que las palabras fluyan, ni las obligues ni las maltrates, deja que ellas busquen los mejores pastos… Tú cuida solo de que no se desmanden. Guíalas y déjate guiar por ellas, porque eres su pastor y también su sirviente.”
“La inspiración llega siempre por el lado de lo concreto”.
A pesar de que los paisajes de su tierra extremeña no son tan áridos como los de Komala, transmiten la misma soledad y tristeza que los de Rulfo.
El autor nos invita a trabajar la originalidad, el asombro, a vivir la vida como una aventura irrepetible, a cultivar con alegría el huerto personal del que hablaba Emerson.
“Prolongar la infancia, juntar al niño que uno fue con el hombre experimentado y hasta sabio que ha llegado a ser, en eso consiste el secreto del arte y de la lucidez, tal como tantas veces les recordaba a mis alumnos”.
“En el mundo campesino y en el ambiente que viví de niño, las mujeres de mi familia y de otras familias que conocí, allá en aquel entonces, siempre tenían mucho que hacer y nunca sosegaban… De ellas y de sus secretos y sigilos dependía el orden de la casa, de la familia y hasta del propio mundo”,
“De todos mis viajes, los que he vivido con más emoción e intensidad, los buenos, los inolvidables, los esenciales, los he hecho con Julio Verne, con Defoe, con Homero, con Stevenson, con Humboldt, con Darwin, con Kapuscinski, con Shackleton y con tantos otros”.
Refiriéndose al amor de Marta, el que guapea su mundo, dice: “Siempre he vivido y amado más y mejor en la imaginación, en los libros que en la realidad”. Y tras su ruptura: “Con el adiós dejé de ser guapo y alegre, igual que tras aquel domingo prodigioso que duró varios años nos convertimos en ciudadanos de lunes, feos y tristes. Y en cuanto al futuro, ya no volvimos nunca a confiar en él”.
Hay que felicitar a Luis Landero y darle las gracias por esta fiesta literaria que nos emociona y, al mismo tiempo, nos anima a cuidar nuestro propio huerto, aunque la cosecha sea escasa y solo sirva como satisfacción personal.
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